Actualmente, nadie duda de la seguridad de los coches, pero muy poca gente sabe realmente la cantidad de dinero que se invierte en el desarrollo de un nuevo modelo en ese apartado. Realmente, nos quedaríamos con la boca abierta si supiéramos las cantidades con las que se trabaja en el sector y las que se emplean para desarrollar los nuevos modelos. Para que te hagas una idea, podrías vivir tú y tu familia durante toda vuestra vida sin pegar ni palo. Es absolutamente mareante.
Sino, ¿como te explicas que cualquier coche moderno ruede a 160 km/h como si fuera a 90 y sin el menor esfuerzo? Pues precisamente por eso, por sus pruebas de desarrollo. Si nos centramos en marcas como Porsche, entonces las cifras empiezan a ser enfermizas. Porsche dispone de un centro de pruebas de choque en Weissach donde emplea la máxima tecnología del momento, lo mejor que puede comprar el dinero; las pruebas de choque hoy día son muy complejas y requieren de máquinas especiales, los famosos dummies, que son maniquíes extremadamente caros y un montón de sensores que lo captan todo, hasta la más minima debilidad que pueda presentar la estructura. Ahora. En la década de los 60 las cosas eran muy diferentes, aunque no menos espectaculares.
Se trataba de un método poco ortodoxo. Cogían un coche, lo levantaban con una grúa en el aire y lo dejaban caer. Así de sencillo. En la imagen, podéis ver como impacta contra el suelo un Porsche 904 durante unas pruebas en 1963, cuando los ingenieros calcularon que teniendo en cuenta el peso del coche en vació, 530 kg, una caída desde 10 metros de altura equivaldría a un impacto frontal a 30 mph, uno 50 km/h.
En total, realizaron 70 pruebas de este tipo en diferentes unidades para poder cumplir con las exigencias de la FIA y poder participar en competición. De hecho, este tipo de pruebas son las que permitieron a Porsche participar y ganar carreras como la Targa Florio de 1964.