La Primera Guerra Mundial se lo llevó de Europa. Ahora, vuelve para retumbar a todo el que se encuentre en los alrededores.
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Hay, dentro del sector del automóvil, una rama que me tiene desde siempre totalmente fascinado. Pero sobre todo en lo que respecta a vehículos clásicos por la locura que suponían y por las alucinantes soluciones que se empleaban. Eran realmente, gente valiente, con un par bien puesto ahí donde dicen que deben estar los atributos de cada uno. Solo así podemos explicar ciertos momentos declarados como históricos que tienen que ver con superar récords de velocidad.
Actualmente, y siempre sin quitar merito a nadie evidentemente, las soluciones empleadas no son tan sorprendentes. Está todo inventado como se suele decir y llamar realmente la atención con algo es muy, muy complicado. Pero en 1910 o 1911, las cosas eran totalmente diferentes y las ideas, completamente peregrinas en muchos casos, estaban a la orden del día con soluciones que a día de hoy, te pueden dejar con la boca abierta.
Nuestro protagonista es una de esas máquinas descabelladas creadas para batir récords de velocidad. Data de 1910 y llegó a marcar entonces una velocidad punta de 185, 68 km/h. Algo que resultaba una heroicidad incluso visto ahora. Sobre todo porque la monstruosidad que podéis ver en las fotos, equipa un desproporcionado motor de cuatro cilindros y 28,5 litros, es decir, cada cilindro cubicas aproximadamente, 7,1 litros, con 300 CV, transmisión por cadena y frenos de tambor solo en las ruedas traseras...
Seguro que lo conoces, es el FIAT S76, conocido como 'La Bestia de Turín', un coche, o eso dicen, del que se construyeron dos unidades y de las cuales solo queda una, pues FIAT desmanteló una cuando estalló la Primera Guerra Mundial para evitar que pudieran hacerse con sus secretos, mientras vendía la otra a un millonario ruso, Boris Soukarov, quien se lo llevó a Australia. Por suerte, Ducan Pittaway a podido recuperar uno de los chasis, al que ha instalado el motor del otro FIAT S76 pudiendo al menos, salvar uno de los dos coches.
En el vídeo de abajo, podéis ver al protagonista el día que lo arrancaron en Googwood y atronaron toda la llanura donde se encontraban.
Por cierto, hay una cifra sobre este coche que no se considera oficial, pero que asusta mucho más que esos 185 km/h. En 1911, en Bélgica, llegó a marcar 215 km/h, pero no se lo dieron por valido porque no pudo cubrir la pasada de vuelta obligatoria.